martes, 22 de abril de 2014

Logo

Tenemos el logo ganador de la cooperativa. Nos ha costado muchísimo elegirlo, porque había muy buena calidad en las producciones presentadas, pero los chicos han elegido por mayoría el trabajo de Alicia González Franco de Atalaya.

Felicidades, Alicia!


Leyendas finalistas

Dejamos dos de las tres leyendas finalistas para la guía AVAL. La nominada para la guía nos la guardamos para su publicación en formato papel que pronto verá la luz por fin. Su autor: Alejandro Zamora Megías de Alconera. Buen trabajo, Alejandro!
Animaos a adquirirla!!

Leyenda de los alumnos de Atalaya
Cuenta la leyenda, que en  un tiempo  lejano,  vivía un  labrador Junto a su mujer y tres  hijos en una  pequeña cabaña alejada del pueblo, en mitad de la montaña. Eran muy humildes y apenas tenían para vivir. Únicamente contaban con  unas cuantas vacas y dos caballos. Aun así,  la felicidad del matrimonio aumentaba cada día, al ver que sus hijos, crecían como niños trabajadores, responsables, amantes de la escuela  y felices.

Martina, que así se llamaba la mujer del labrador, se consideraba tremendamente afortunada por poder criar a sus hijos,  y pasar  tiempo con ellos, Sin embargo, el invierno en que Luis , el mayor de ellos, cumplió 16 años, perdieron la cosecha y  los pocos animales con los que contaban; por lo que Martina y su marido decidieron , por el bien de sus hijos, separarlos y enviarlos a vivir a diferentes sitios con otros familiares que pudieran darle  aquello que necesitaban.

Marcos, el más pequeño,  marchó a vivir con su tía Paula en Alconera, una mujer amble y trabajadora que no pudo tener hijos a pesar de que lo deseaba con todas sus fuerzas, así que la llegada del más pequeño  fue un regalo para ella.

Juan, el mediano de los hijos, al que le gustaba mucho la carpintería, se instaló en Atalaya, junto a su tío Samuel,  y sus tres primos, hijos de este. Y por último, Luis, el mayor, decidió quedarse con unos parientes lejanos, Marta y Germán afincados en La Lapa.

Al mismo tiempo, Martina y su marido, se trasladaron a Valverde de Burguillos en busca de oportunidades para  poder encontrar un trabajo, y volver a reunir a sus hijos. Pronto el marido consiguió una buena posición  como ayudante en  la herrería del pueblo y  una casita  muy acomodada, por lo que pronto mejoraron su forma de vida. No obstante, el marido observaba como su mujer, Martina, se encontraba cada día más triste a pesar de todo lo que habían conseguido en ese tiempo.

El no poder ver a sus hijos, al no existir caminos que comunicaran los cuatro pueblos en los que se encontraban, hacia que la tristeza de Martina fuera en aumento día tras día, hasta tal punto que su marido, apenado por verla así, decidió pedir ayuda a los vecinos del pueblo  y ver si alguien podía darle solución.

Unos sugirieron  que se olvidara de los hijos que estarían bien con los parientes, otros que intentaran  buscar una ocupación y distraerse……sin embargo  Martina y su marido sabían que sin sus hijos, nunca llegarían  a ser del todo felices.


El tiempo pasaba , y la gente del pueblo cada día sentía más lástima por el matrimonio al ver lo apenados que se encontraban por no estar con los pequeños, así que entre todos  decidieron , ayudados de sus carruajes y utensilios, hacer los caminos que pudieran  comunicar los  pueblos en los que la familia se encontraba separada. De este modo nacieron los “Caminos de Aval”, permitiendo que Martina y su marido recuperaran de nuevo a sus tres hijos.





Leyenda de Víctor Manuel Rodríguez Guerrero de Alconera
Hace mucho tiempo en una granja, vivía un granjero llamado Gregorio. El tenía en su granja: perros, vacas, cerdos,... También tenía dos mulas a las que apreciaba mucho, llamadas Jaimita y Pezuña.

Un día las mulas se escaparon con el arado puesto y fueron andando durante muchísimo tiempo por distintos sitios. Cuando se hizo de noche volvieron a la granja. El granjero no se dio cuenta de que las mulas se habían escapado. Jaimita y Pezuña al ver que no lo sabía se volvieron a escapar al día siguiente.

Las mulas muy contentas descubrieron que todo el terreno por el que habían pasado, había quedado arado. Y Jaimita le dijo a su amiga Pezuña:

-Pezuña, mira el terreno por el que andamos día tras día. ¡Y como ha quedado! 


Pezuña le contestó:

-Sí, ha quedado mejor y así los animales y las personas podremos andar más cómodamente para ir a otros sitios.

Las dos mulas fueron a decírselo al granjero Gregorio y él opinaba lo mismo que ellas, pero además les propuso ponerle un nombre.

Al final toda la granja se reunió y decidieron que todo el terreno arado se llamaría “camino”.

Pasado un mes se dieron cuenta de que estos caminos unían: Alconera, La Lapa, Atalaya y Valverde. Esto era un hecho que beneficiaba a las personas.